El futuro desde el pasado

De pequeño siempre me pregunté como iba a ser el futuro. Los siempre recurrentes coches voladores y patinetes gravitatorios eran un añadido a mis fantasías videojueguiles.

Ahora que ya estoy en él, no podía ser más distinto a que lo había imaginado.

Todas aquellas previsiones desde los 80 y principios de los 90 han fallado y cientos de nuevas tecnologías han ido emergiendo en contracorriente a los sueños de aquel niño que soñaba con la realidad virtual. 

Te invito a echar un vistazo al futuro, pero desde el pasado, después del salto.

Las Micromanías gigantes (por dios, las echo mucho de menos!) se inundaban de juegos de Amiga y aunque la población española no era un gran público para ese caro ordenador, todo apuntaba en esa dirección. El pc estaba a años luz gráficamente con sus targetas con paleta de colores limitada y ya no decimos nada sobre el sonido, donde el ordenador de Commodore no tenía rival. 

El 3d ya existía en forma de gafas de cartón y plástico traslúcido de dos colores que destrozaban la vista, pero hacía los objetos sobresalieran del papel como arte de magia. 

Los juegos cada vez eran más vistosos y se veía claro que en el futuro todo sería cada vez más real. Visionarios como Willian Gibson, crearon en sus novelas algo llamado 'Ciberespacio' (Neuromante). Películas como Tron o mejor todavía, El cortador de césped (The Lawnmower man) apuntaban en la dirección correcta. Realidad Virtual.

Los salones recreativos gozaban de la mejor de las vidas y fue en una de las Ramblas de Barcelona, donde convencí a mis padres de probar la única máquina de realidad virtual que he visto. Ardua tarea y pataletas varias consiguieron que desembolsaran unas 300-500 pts cuando el precio habitual de cualquier otra eran de 25.

Nunca lo olvidaré. Me subí en una plataforma circular y rodeada por una barandilla. Arriba había un monitor en el que se reproducían las imágenes del casco y en la mano un mando con gatillo para avanzar y disparar. Me colocaron las pesadas gafas y.... horror poligonal. Un horror delicioso que se desplazaba en la misma dirección donde apuntaba con la cabeza. 

Todo estaba ralentizado, los gráficos eran inteligibles y me dolía la vista de tener dos pantallas tan cerca de los ojos, pero fue algo histórico y una pequeña ventana donde se podía ver lo que nos esperaba en el año 2000.  

Nintendo ya inició el camino con Virtual Boy y el guante Power Glove, pero al parecer la tecnología no era la idónea y/o no era el momento.

Han paso los años, hemos sobrepasado la barrera del 2000 y los coches siguen sin volar, aún no hay patinetes gravitatorios (cachis!) y la realidad virtual se difuminó por el camino. La todopoderosa Commodore desapareció, las salas recreativas como las conocíamos, también. Aunque pensaba que pasaríamos de pesetas a créditos, resulto no ser así tampoco. 

A pesar de lo que pudiera parecer, las previsiones han dejado una estela. El 'ciberespacio' ha dado sus primeros pasos con esto que conocemos con Internet, una tecnología impensable hace unos años. 

El 3d ha resurgido de las cenizas y ahora todo el mundo se empeña a utilizarlo en cualquier dispositivo, aunque sea con calzador. Ya no lo vemos en dos colores y la sensación está mucho más lograda.

No existen los mundos de Tron o de Lawnmower Man, pero han nacido los mundos persistentes en los que nos movemos con total libertad interactuando en un universo que no deja de evolucionar y rodeado de gente de verdad, absorbida tras sus monitores. 

La realidad aumentada quizás es el inicio de esa fantasía de la realidad virtual. Podemos ver con nuestras consolas o móviles, objetos virtuales moviéndose en una realidad paralela que se proyecta a través de nuestra cámara. 

Y ahora Google estudia las bondades de esta tecnología con Google Project Glass.

Aunque no es como lo había imaginado, todo es cíclico. Las modas se encargan de traer lo mismo una y otra vez pero adaptándolo a los nuevos tiempos en los que vivimos. Es imposible averiguar lo que depara el futuro y aún no he perdido la esperanza en los coches voladores.

Quizás esto sea el inicio de lo aquel niño que soñaba, aunque ese futuro idílico se esté haciendo de rogar.